A lo largo de nuestra vida, nos encontramos con situaciones difíciles de explicar: Las palabras no llegan tan lejos, como para iluminar algunas ideas.
Creo que Woodman, resulta ser una gran especialista en ilustrar esas sensaciones, a veces indescriptibles.
Crea historias para narrar esos sentimientos, esas lecturas sobre lo que a su alrededor sucede: son espejismos clarificadores. Calmantes.
Dando forma y lineas a lo innombrable,
en un viaje del interior al exterior, donde la piel se funde con cáscaras de papel pintado, y muros dormidos.
Tomas fotográficas para conocerse, crearse.
Mimetizarse con el escenario donde se juega. Desaparecer, para volver a surgir bajo la misma forma.
Es una autora que mantiene una mirada independiente, y que presenta una nueva lectura del descubrimiento personal.
Reconocerse a través de espejismos no es una propuesta que Francesca parezca ignorar.
Son imágenes que proyectan una dimensión conocida, pero oculta y silenciosa. Instantes retratados con sencillez; fríos, con espíritu cálido.
Secretos fotografiados a dos décimas de segundo.
Imágenes que desconciertan, pero atrapan.
Tienen una belleza misteriosa que se retuerce a lo largo de sus imágenes.
Una suerte de narración de la metamorfosis que inundaba su cabeza, y que retrató con su cámara.
Sin temor, mirando de frente. Mirándose de frente.